Y aunque el tiempo
va mitigando el dolor,
siempre hay una estrofa
que nos recuerda el horror
del transcurrir, de ese día diario.
Algo se rompía para siempre
en cada uno de esos trenes,
en cada uno de nuestros amaneceres.
Y hoy, una década más tarde,
seguimos sintiendo un sordo crujido
recordando lo ocurrido
aquel once de
marzo, ya pasado,
pero que aún sigue tan vivo.
Foto: Pedro Ignacio Fernández |
No hay comentarios:
Publicar un comentario