En una tarde engañosa de invierno
de sol radiante y de un frío intenso,
tus pupilas me miraban, pero ya no me veían,
tus pensamientos en otros pensamientos
ya estaban puestos,
y mis sentimientos sentían
que ahora sí, ahora te perdía.
Te alejaste lentamente, suavemente
y yo sentía que mi vida
simplemente se desvanecía,
y que ya de nada servirían
un lamento, un suspiro, un sufrimiento.
Pero guárdame entre tus recuerdos
por si eres tú el que algún día