Veintidós años hace
que con más miedo que vergüenza
y con una maleta llena
de incertidumbres y ausencias,
me bajaba del coche
y observaba mi nuevo destino.
Mi nueva vida
empezaba a comenzar.
Nunca imaginé que este nuevo lugar
que en principio solo era de paso,
daría un giro en mi alegría,
sin desmerecer en ningún momento
a la ciudad que me vio nacer, crecer.
Y quisiera poder agradecer
no sé muy bien a quién,
al cielo pudiera ser,
toda su generosidad
y todo lo hasta
aquí
vivido y aprendido
en este ecuador en el tiempo.
Y cuando me siento mal
voy y me reinvento
y entonces
pienso:
“La vida es una maravilla”,
aunque en el fondo sé
que tan sólo es un lamento,
pero lamento o maravilla
ha de ser vivida
con fe, con alegría
y sin
remordimientos.
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